En la comunidad La Vigía, Rancho Arriba
¿Quién puede vivir sin agua? preguntó José, “nadie” respondimos los demás presentes, casi al unísono, y a seguidas continuaron las reflexiones: Y ¿Por qué seguimos tumbando y quemando bosques? ¿Estamos protegiendo nuestras fuentes de agua? ¿Estamos custodiando adecuadamente nuestros tesoros?
La respuesta a estas dos últimas preguntas fue no. Esto porque en el campo se ve como algo muy normal talar y quemar, incluso grandes porciones de tierra, como sucedió en la finca de los Lluberes Vicini (grandes terratenientes en la zona), que hace un par de meses tumbaron cientos de manaclas, una especie nativa en vía de extinción, para sembrar café, arruinando unos hermosos manantiales. Lo hacen porque no ven más allá de lo económico, víctimas de una cultura materialista que nos programa para hacer con la naturaleza y con todo, una relación instrumental, consumista y explotadora.
Cayan
En cuanto al tema, los campesinos se asumen indefensos, porque no ven preocupación de los gobiernos y, aunque somos un país rico en tierras, consideran que la distribución es muy injusta, como quedó establecido con algunas intervenciones: “Los campesinos no tienen donde meterse”, decían. No les quedan opciones, la única alternativa es quemar y talar su pedacito de tierra para dedicarla al cultivo intensivo hasta dejarla sin nutrientes, sin capa vegetal.
Sin embargo, concluimos que el Estado dominicano ha sido históricamente irresponsable y es ya tarea nuestra encontrar mecanismos hacia la autogestión, organizarnos y exigir la asesoría técnica y financiera, de la que hablaba Persio Solís.
También se hace necesario trabajar nuestro individualismo, apostar de nuevo a viejas tradiciones, como los convites y trueques, mejorar las condiciones de vida del campo y enfrentar estos tiempos de crisis con amor, solidaridad y unión. Unidos es imposible que nos atropellen, juntos podemos enfrentar los problemas de producción, buscar soluciones y hacer la paz con la naturaleza.
Una niña presente en el encuentro !Qué ojos!
“La gente está emocionada con el proyecto”, intervino Carlos Manuel López, cariñosamente El Vegano. Todos somos beneficiarios: Padres, madres, niños, niñas y abuelos, refiriéndose al proyecto piloto de alfabetización ecológica y construcción de ciudadanía solidaria.
La idea de una Red de Pequeños Productores Ecológicos también va cuajando. ¿Por qué no? ¿Qué lo impide? Con una Red de Consumidores de Productos Ecológicos en la ciudad, esta iniciativa puede ser ventajosa para todos y todas. Los pequeños productores podrán vender a precio justo y los consumidores podrán proteger su salud y comprar a precios justos.
En el diálogo los campesinos se sorprenden de saber que los consumidores en la ciudad están pagando 5 pesos por un guineo, cuando a ellos, los intermediarios les compran un racimo de guineos (con 200 guineos) a 35 pesos. Manuelito comentaba que vio en una etiqueta de un pedacito de auyama, traído de la capital, que costaba 48 pesos y se sorprendió: “!Nos pagan una auyama a 5 pesos!.
Durante la reunión
De ahí que el doctor Álvaro Frías, del equipo coordinador del Voluntariado, exhortara a los campesinos a mantener el interés y presionar: “Las comunidades necesitan ayuda, pero para exigir hay que organizarse, reunirse y armar un equipo de hombres y mujeres dispuestos a trabajar y a sacrificarse”.
“Pensando positivo podemos lograr” afirmó Lelo cuando tuvo la oportunidad de hablar, por eso, al finalizar el encuentro quedó el compromiso de dar seguimiento a las ideas expuestas.
Pronto deberemos ser capaces de producir lo que consumimos y eso no es difícil, aquí tenemos los recursos y tesoros, como señaló Eric Ramos, integrante del Voluntariado.
Parte de los asistentes
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