Hoy la seguridad nacional de un país no depende exclusivamente de ningún tipo de ejército, sino de la participación de todos. Estamos entrando en una nueva era que exige inclusión y el sentido solidario que conforma todo el entramado de la vida.
Hasta ahora, la seguridad nacional ha sido asunto de las diferentes doctrinas militares, pero, la situación actual nos coloca frente a la necesidad de diseñar otras formas. La crisis ecológica que sobreviene exige un cambio de conciencia y de conducta, pues somos un país vulnerable y arrastramos las consecuencias de los modelos que nos han impuesto, que no guardan relación con lo que somos.
Nuestra ubicación geográfica, en el mismo trayecto del sol (huracanes, fallas tectónicas, etc.), sumada a nuestro desarraigo, a la inconciencia generalizada y a la indolencia de quienes nos dirigen, puede ser fatal en estos tiempos de crisis financiera, alimentaria, climática, ecológica, humana…
Los fenómenos meteorológicos extremos ocasionaron más de 80,000 muertos a nivel global en el 2008, según un dossier elaborado por la asociación Globalízate, a partir de informaciones publicadas en los medios de comunicación. Pero, ¿qué pasa en los países donde no se tiene acceso a cifras reales (como el nuestro, donde, incluso, hay problemas de registro civil)?. En realidad, no podemos siquiera saber cuántos mueren, tal es nuestro desorden. Y, encima, no actuamos en consonancia con el panorama que se vislumbra.
Según los expertos (como Ivo de Boer, Convención Cambio Climático ONU), nuestro país “estaría amenazado”, como efecto del cambio climático, por fuertes huracanes, sequías, pérdida de la biodiversidad, inundaciones, elevación del nivel del mar, calentamiento del mar, etc., pero ya esas cosas se ven, las vivimos, son evidentes.
Hasta en nuestra prensa tradicional se han estado publicando informaciones que revelan lo serio de este momento, afirmando que los efectos de las variaciones del clima se sienten en el país y ya no son para un futuro lejano.
Las proyecciones apuntan hacia situaciones cada vez más extremas, como la indisponibilidad de agua dulce, la progresiva disminución de nuestra producción agrícola y el aumento de paludismo y dengue.
Asimismo, recién se publicó el dato de que en los últimos cinco años recibimos el impacto de 12 fenómenos tropicales, duplicándose así la ocurrencia de estos en relación a la década anterior.
Del 2007 al 2008, ciclones y tormentas generaron pérdidas por USD$439 millones, destruyendo infraestructura, ganado, cultivos y cegando cientos de vidas. Esa cifra representó 1.2% del PIB, de acuerdo con estimaciones de la Comisión Económica para América Latina (Cepal).
Agua
“Necesitamos que la sociedad se organice en comité de defensa del agua, del medio ambiente y de defensa de los recursos naturales, y en favor de que el agua le llegue a otras comunidades” afirmaba el secretario de Medio Ambiente, Jaime David Fernández Mirabal, en una entrevista reciente.
Mientras tanto, estamos lejos de la utilización eficiente del agua y la desertificación y la sequía afectan parcial o totalmente el 70% de nuestro territorio, según un informe del Programa de Acción Nacional de Lucha Contra
El proceso de cambios que afecta al planeta se está dando con una celeridad paralizante. Tenemos que cambiar, actuar, asumir otra forma de vivir y unirnos.
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