miércoles, 29 de abril de 2009

A PROPOSITO DE LA FIEBRE PORCINA: PODER, CULTURA Y ENFERMEDAD

Por José Rodríguez
Naturópata

La civilización actual se apoya ciegamente en una visión unidimensional del progreso. En nuestro transcurrir cotidiano la vida misma nos grita por rectificaciones que evitamos porque implican valores y modelos considerados únicos e indiscutibles por el sistema. Revisemos cual es nuestro sentido del "bienestar" y veremos que se hace hermano del progreso. Nos agarramos del llamado bienestar bajo un estado de obsesión permanente por el miedo a ver aquello que sale de todo ese concepto tan unilateral.


En el mapa global de la vida nos sorprende una gran incapacidad para actuar ante lo que consideramos negativo: la vejez, la pobreza, la enfermedad, la muerte...



Entrenados por los dogmas competitivos del súper yo, cualquier avería te baja la nota, en ese atormentado ir y venir se destruyen nuestros mecanismos de compesación y de ósmosis (el yin y el yang), noche y día, positividad y negatividad, juventud y vejez. El resultado de todo esto es la pérdida de los mecanismos endógenos de compensación, que nos inmoviliza ante cualquier grieta que se presente ante la puerta del bienestar. Como dice R. Argullol en El cansancio de occidente: "Al pasar de una cultura policéntrica a la confianza en un solo centro, el bienestar, el éxito, el progreso, la más mínima vacilación de este centro conduce a la incertidumbre".

Todo eso nos ha conducido a una separación del otro y del todo. Pero la unidad no es una metáfora, ni obedece a una concepción mecanicista, sino que está presente en cada aspecto de nuestras vidas. El cuerpo humano y el de todos los demas seres vivos, es una unidad funcional. Todos los órganos colaboran unos con otros, trabajan formando una gran sinergia que permite incluso que, si uno de ellos se debilita, otros le apoyan en sus funciones. La sangre se relaciona con el aire que respiramos, pero también recoge principios nutritivos o permite la inmunidad. En cada célula tienen lugar millones de reacciones biológicas por segundo, y basta con pensar en los millones de células que componen nuestro cuerpo, para asombrarnos ante el milagro de la vida, de que todo tenga sentido y coherencia.

La epidemia de las vacas locas en Europa, el caso de los pollos contaminados por dioxinas, el uso generalizado de los antibióticos y las hormonas en la ganadería industrial, el empleo masivo de plaguicidas, la extensión de la fiebre aftosa y la gripe porcina, la contaminación por nitratos y los cultivos transgénicos son solo la manifestación de un modelo de civilización insostenible que empobrece y mata la vida.

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