viernes, 11 de julio de 2008

RANCHO ARRIBA: magia y colores de vida

Por Alvaro Frías
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"¡Saludos! ¿Cómo están?"

"¡Buenos días! ¿Cómo les amanece?"

"¿Ya desayunaron? ¡Pasen adelante!"

"¡Vengan a tomar café con nosotros!"

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Estas y otras muchas expresiones gratas se escuchan a diario en los caminos de Rancho Arriba, un paraíso casi perdido entre las montañas de San José de Ocoa.

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Sus sendas huelen a gente sencilla, a loma y a manantiales que surgen como magia atravesando los montes. No existen los ruidos de motoconchos, de plantas eléctricas ni de bachata mal contada, hay ausencia de gases contaminantes y de basura.

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A lo largo del camino, una, dos, tres casitas abandonadas, otrora ocupadas por familias campesinas que, desesperadas y confundidas por las luces urbanas, huyen de la tierra que les vio nacer. Cada vez habrá más ranchitos sin las almas de esas gentes que son quienes dan vida al campo.

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Los jóvenes emigran a las ciudades, en donde muchos caen por la balas o por los vicios. Los prados quedan huérfanos, la tierra sin cultivar...de continuar ásí, ya no se oirán los ¡Buenos días! ¡Saludos! Adelante y siéntense..."

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Debemos volver la mirada al campo, ir en auxilio de aquellos que le dan vida a los valles, que le dan sustento a la tierra. Ella es pródiga y bondadosa, solo precisa que vayamos en su auxilio. Los campesinos necesitan ayuda para prepararla, para vender sus frutos, requieren de los servicios básicos de salud y educación y de manos amigas que los orienten.

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La montaña debe ser protegida ante la tala indiscriminada de árboles, necesita ser reforestada y sembrada de frutos. Amerita que se les diga a los que la destruyen que pueden convivir con ella, que no es posible la vida si la desforestan y que los árboles no son sus enemigos.

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Es un encanto sentir el frío mañanero,

la tibieza del sol,

el rocío que humedece el cuerpo

y el murmullo del monte;

el cantar de la aves,

el sonido musical del río,

el olor a bosque,

el verdor intenso del entorno,

la ternura del silencio,

la magestuosidad de las montañas,

la riqueza del calor humano del campesino,

que en las noches estrelladas y de luna,

saborea su café,

narrando aquellas historias de la vida pasada,

con la nostalgia quizás,

de perder su tesoro añorado.

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Si usted aun no ha vivido esto, le invito a que visite las lomas de Rancho Arriba, quizás se enamore igual que yo, y algún día vivamos en esa maravilla terrenal.

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3 comentarios:

Esta Calle al Final... dijo...

Precioso lugar, precioso escrito. Felicitaciones!

Mari de M.

Unknown dijo...

Cada dia somos mas, pero guardamos el secreto. ¿Por temor? ¿Verguenza? ¿A qué?

Anónimo dijo...

Lo de "magia y colores de vida" es perfecto para introducirnos en tu narración, fabulosa toda la descripción. Felicitaciones de mi parte. Seguiré leyéndote.