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Podríamos aceptar que los animales y las plantas comparten algún tipo de conciencia con el hombre, pero nos resulta muy difícil en el caso de las piedras, como afirma, por ejemplo, la cultura japonesa tradicional. Como mucho podríamos entender la expresión de que el universo «toma conciencia» cuando un hombre es consciente de sí mismo como habitante de la Tierra, una Tierra que a su vez es parte del Universo. Sin embargo nos extraviamos cuando se habla de conciencia iluminada, es decir, una conciencia que es consciente de sí misma. El momento en que la consciencia es consciente de su propia existencia, representa para los místicos orientales el momento delicado en que se abre una flor en el «jardín» del universo. Es el momento de una implosión cósmica, comparable tan sólo con la gran explosión que dio origen al universo.
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GUNTER NITSCHKE
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